Sin tiempo

Y entonces aquel día lluvioso el despertó con una certeza, que ya no podría morir y se sintió confundido. Al principio ya no le preocupaba tener que hacer las cosas dentro de un horario o en un tiempo determinado, puesto que él ya no sufriría aquel afán, dicho afán sólo los sufrían los demás, el tuvo comienzo, pero no tendría final.

Con el pasar del tiempo se dio cuenta; no era muy reconfortante aquello, todo cambiaba, la naturaleza, las cosas, las ideas, las personas, su familia, la mujer a la que amaba y que le amaba, sus tres hijos, que eran su vida, todo cambiaba; pero él no, y empezó a preocuparse.

Ya no moriría, pero con la posibilidad de morir se fueron  otras cosas también, el compartir un destino, una meta, el de un cambio radical acompañado de otros, el fin de un viaje y el comienzo de otro, se sentía extraño, como si ya no fuera humano, se sentía solo por su estado, por ese extraño privilegio.

Cuando su esposa se hizo vieja y enfermó pudo soportarlo, cuando ella murió se sintió extraviado, por fortuna tuvo todo el apoyo de sus hijos y de algunos amigos, luego estos fueron muriendo uno a uno, y sentía que iba perdiendo su humanidad poco a poco, como una gran roca que se desmorona poco a poco a causa de la inclemencia del tiempo y del ambiente.

Luego vio crecer y hacerse adultos a sus nietos, y los amaba, y se sentía feliz por esa enorme posibilidad, pero por otro lado se sentía vacío e indiferente: sus hijos se hacían viejos y enfermaban, compartirían el mismo fin de su esposa. Y esto a él le parecía poco lógico, veía deshacerse la juventud de sus hijos y él seguía intacto, sintió rabia y odio hacía si mismo, hacía su condición.

Cuando el último de sus hijos murió, sintió que ya poco tenía sentido, tenía mucha familia, pero ya no compartía mucho con ellos y de igual manera los veía envejecer, enfermar y morir; con esto, cada vez se sentía menos identificado con todos sus descendientes, se sentía un extraño, como una cosa para exhibir, un bicho raro al que todos miran y admiran por curioso, pero no por humano.

Pasado un lustro luego de la muerte de su último hijo, no lo pudo soportar más, fue entonces que decidió apartarse, viajar y aprender todo lo que pudiera; como no iba a morir, no tenía afán, no había angustia, esta aventura tendría un comienzo, se iría y en algún momento regresaría, tal vez cuando las cosas hubieran cambiado tanto que no sabría muy bien que paso.

Un día lluvioso partió, solo; a su familia les había dicho algunos días antes, les dijo que se iría, pero no les dijo como ni cuando; ellos lo tomaron como una consulta, como si estuviera haciendo un plan lejano, así que la atención que le prestaron fue poca. El día que partió era claro, era una lluvia tenue pero muy fría.

Y mientras se alejaba entonces lo notó, hacía muchos años que no sentía aquella incertidumbre: la de desconocer lo que pasaría mañana; luego de que murió su esposa, aquella emoción de compartir, de vivir, de estar y ser, se habían esfumado con ella, sus días luego de eso se convirtieron en monotonía, en una rutina insospechable que le consumían, que le recordaban que no iba a morir, que no tenía tiempo, porque para él ya no era necesario, el tiempo era una cosa irrelevante para él, casi como el aire que respiran todos para existir y no se dan cuenta.

Aquel día bajo la lluvia se sintió realmente vivo y sonrío bajo las gotas que le escurrían cansadamente por la nariz y las cejas, decidió empezar a conocer el lugar donde nació el fútbol, una de las pasiones que hacía muchos años tenía, pero la cual se había ido apagando poco a poco, tal vez por saturación, por sentir hastío del mismo fútbol.

Llego y al poco tiempo empezó a sentir otra vez aquella corriente circular por su cuerpo, aquella emoción de ver rodar el balón y sus caprichos sobre el césped y las penurias de veintidós hombres en el campo y miles de almas alrededor; aprendió mucho, compartio con mucha gente, volvió a sentirse vivo, a aquellas personas nunca les mencionó su condición, así que se sentía como todos.

Volvió a enamorarse, no de la misma forma que de su esposa, pero amo mucho a aquella mujer y tuvieron un hijo, así que se estableció y fue feliz. Pero luego de una década todos empezaron a sospechar, él no envejecía siempre lucía igual, alrededor de la treintena, pero el tiempo era demasiado benévolo con él; muchos se sentían recelosos de él, de lo que hacía para estar así; allí sólo su nueva esposa sabía la verdad, nadie más, ella lo amaba, tal vez no entendía todo aquello, pero lo amaba así como era, hasta veía una ventaja en ello: podría acompañar a su hijo siempre y eso la tranquilizaba.

Se mudó de casa, lo suficientemente lejos para cambiar de vecinos, de amigos y para ver una actitud diferente en la gente, se mudó cuando empezó a sentirse acosado y aislado, eran pocos los que aún le hablaban, y siempre estaban prevenidos y casi iracundos, pero nunca le preguntaban.

Varias veces ocurrió lo mismo, y mientras se mudaba de un lugar a otro y corrían rumores, su hijo creció, su esposa envejeció y el volvía a sentirse extraño. Amaba y era amado, su hijo conocía ya la verdad y para este era motivo de orgullo, pero para él era otra vez regresar a lo de antes, a la soledad de una condición extraña y al aislamiento por no ser igual a los otros.

Su esposa murió y de nuevo se sintió devastado, su hijo estuvo con él, pero se sentía solo y casi muerto, nuevamente moría la emoción para él. Vivió con su hijo hasta que este se casó y tuvo un nieto, quizá unos diez años luego del nacimiento de su nieto, habló con su hijo y partió, lloraron, se alejaba y eso le rompía el alma, ambos sufrían, pero su hijo entendía, al fin y al cabo este ya tenía una vida estable y quedaba mucho futuro, su padre ya no, porque para un hombre que no moriría el futuro es un mal chiste, no hay futuro, sólo presente y luego recuerdos.

Pero él prefería eso, alejarse y no saber más por mucho tiempo de su hijo a ver morir otra vez aquellos por los que daría su vida sin poder darla. Nuevamente partió bajo la lluvia pero esta vez la niebla espesa le pesaba más que el morral que iba escurriendo en su espalda. Aquel día sintió nostalgia, dejaba el fútbol otra vez, aprendiendo muchas cosas, pero sin saber o conocer millones de cosas más, pero sobre todo se sentía triste por se esposa y su hijo, los amó mucho y los seguiría amando siempre.

Decidió ir al lugar donde la meditación y el Kung Fu eran algo importante, aquellas dos cosas le habían enseñado mucho de la vida, de disciplina y de paciencia, así que otra vez la emoción surgió brevemente en él. Fue un largo viaje, pero aquello le emocionaba, otra vez a aprender, a vivir y a soñar, otra vez la incertidumbre le hacía satisfecho.

En aquel sitio nuevamente compartió, conoció gente, y nuevamente volvió a amar a una mujer, pero estaba vez él sentía que no debía, que luego sufriría mucho, que nuevamente la soledad y la indiferencia se apoderarían de él. Aún así amo mucho a la nueva mujer y ella le amaba incondicionalmente. Ella quedó embarazada y cuando su hijita nació fue entonces que le contó todo a su esposa, ella no supo que decir, le amaba mucho, pero creía que la confianza se había roto, ella le daba demasiada importancia y él demasiada poca. Duraron un par de años distanciados, pero luego vivieron juntos, aunque ella nunca le perdonó él no haberle contado aquello antes, se sentía engañada y extraña; él lo sabía, y sufría por esto, pero quería estar con ella mientras lo dejara.

Cuando su hija, a quien adoraba muchísimo puesto que era su primera hija, tuvo la mayoría de edad y pudo hacerse cargo de ambas, él decidió partir, pero esta vez no le dijo a nadie, creía que el sufrimiento que él tendría era mucho más grande que el que él causaba largándose así sin más ni más.

Cuando su esposa se dio cuenta se entristeció mucho, sabía porque se había marchado y se lo hizo saber a su hija, pero luego de unos meses lo entendió y se sintió feliz. Su hija sintió toda la rabia del mundo, hacia ambos padres, pero sobre todo hacia él, se sentía excluida y sin amor por parte de su familia.

Ella se fue haciendo vieja y entendió y volvió a vivir con su madre felizmente hasta que ella murió, la rueda de la vida seguía para ellas y para mucha gente. Cuando su madre murió quiso que a donde fuera o estuviera su padre, lo supiera; y sabía que él sufriría y lloraría cuando se diera cuenta, sonrió y pensó en su padre debido a esto muchas veces, sentía que su padre les amaba a ambas y con esa certeza continuó su vida.

Aquella mañana en que él abandonaba su hogar, sin decir media palabra, era soleada, hermosa como pocas, esta vez había decidido irse a un lugar donde no hubiera otras personas, o por lo menos donde hubiera poquísimas, no quería tener demasiado contacto con ellas.

Al principio fue difícil, porque no encontraba lo que quería, así que se acomodaba en lugares pocos habitados y siempre alejado de todos y luego de un par de décadas, por mucho, se largaba si más, así estuvo mucho años, y luego su rastro se fue desvaneciendo con el pasar del tiempo.

El contacto con la gente le hizo sufrir y le hacia sufrir, así que lo evitaba; su familia era lo que tenía y lo que amaba, así deseaba recordarla. No tenía tiempo ni futuro, puesto que no moría no los necesitaba, lo más cercano a la muerte que pudo llegar fue perderse en el mundo sin que alguien pudiera dar razón de él, su rastro se fue perdiendo de la misma manera que se pierden las huellas en la arena con la acción de las olas del mar, poco a poco.

En los últimos días que paso en compañía de otras personas logro darse cuenta que la inmortalidad no era muy buena, porque al final te dejaba solo, casi sin rumbo y viviendo de recuerdos y de heridas, porque el tiempo era una maquina sin compasión que te lleva pero que no comparte contigo, porque las cosas sin cambio son desesperantes y asfixiantes, porque la emoción de vivir se va perdiendo con lo años y con la vida misma. 

Nunca se supo más de él, seguirá vivo con seguridad, pero compartiendo poco y sufriendo mucho, siempre en silencio y solo.






Hasta la próxima.






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