Nada es eterno

- Los padres no son eternos y usted tampoco.

Y recibo la frase como un golpe seco entre el estómago y la ingle. Es uno de esos golpes que te hacen doblar, que te hacen retorcer y te hacen llorar, más que de dolor de pura rabia, de pura impotencia. Yo resumo en silencio «Nada es eterno» y sonrío para adentro con un poco de desolación.

El «Nada es eterno» se queda resonando en medio de las oídos por mucho tiempo, es una certeza dolorosa, incomoda, y a pesar de querer quitarse esa sensación de encima, se queda pegada, como el agua después de un aguacero duro de los que suelen acompañar algunas tardes Bogotanas; se filtra y moja cada rincón de alma, del cuerpo, y se queda allí por un buen tiempo.

Esas frases fulminantes y sinceras que surgen de muchas conversaciones, que generan millones de ideas, de opciones de dudas y de nuevas frases. Así es la vida, a veces nos lamentamos por la oportunidad perdida, por el camino torcido, por errores o idioteces cometidas, es el peligro de vivir; al fin y al cabo vivir es una aventura, es una incertidumbre constante, es adrenalina pura, es elegir un camino y recorrerlo, sólo luego de pasarlo sabremos que tan duro o suave fue y queremos que la vida y las cosas fueran más largas, casi eternas, quisiéramos ser casi eternos.

Y que queda, no mucho, o mejor sólo una cosa sensata: elegir y asumir la consecuencia de esa elección; y yo, ahora, luego de varios tropiezos, creo que el asumir lo que conlleva lo que hacemos, nos hace un poco más coherentes, más conscientes y quizás más humanos.

Sea como sea siempre aprenderemos algo de eso, siempre aprendemos de todo, tal vez no ahora, , tal vez no mañana, tal vez tengan que pasar varios años antes de entender lo que paso y lo que aprendimos, ese es el peligro de vivir.

Gracias Pablo.






Hasta la próxima


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