Matar demonios

...

— Matar demonios.

— ¿Qué?

— Matar demonios, eso es lo que hay que hacer, es lo importante, es lo primordial, hay que erradicarlos.

— Como si fuera tan fácil.

— Pero es lo que hay que hacer. Es necesario.

— ¡Si, hijueputa vida! ...                           

...Sabe que es lo triste, que si no hacemos eso, la embarramos, seguiremos dando tumbos el resto de la vida.

— Hay que matarlos, uno por uno. Esos demonios son esas pequeñas frustraciones y deudas que adquirimos, y que con el andar tranquilo de los días se van haciendo cada vez más grandes y nos atormentan, nos dañan la cabeza, el día, la noche, los instantes, las vivencias, las ideas, los valores, los afectos, todo; se tiran todo y quizás nos acostumbramos y hacemos caso omiso cuando todo se va deshaciendo y cayendo de a poquitos y fijamos nuestra felicidad en cosas que realmente no nos hacen felices. Y la cagamos.

— ¿Y por dónde comenzamos?

— Jaja, no hay orden, no es tan preciso como las matemáticas o como el conocimiento estructurado que nos empecinamos en mantener los humanos. Estos demonios pueden ser aniquilados en cualquier orden.

Lo importante es empezar a matar esos demonios.

— El lío es por donde empezar.

— Puede empezar por los que recuerde, por los que le vayan llegando a la memoria, como fantasmas de cosas desagradables y momentos incómodos, por esos que llegan en sus recuerdos cuando su cuerpo está en un sitio y la mente viajando muy muy lejos y de repente le llega una tristeza inexplicable, posiblemente hay un demonio allí, entonces puede tener eso presente e ir matándolo. Es una forma.

— Tal vez es la única forma, ¿y sabe por qué?

Porque en este mundo donde vamos con afán y vivimos con prisa, pocas veces prestamos atención a los recuerdos y sólo queremos seguir hacia adelante. Hasta los minutos quieren vivir rápido, que tristeza; nosotros sólo somos espectadores de nuestras vidas, la gran mayoría del tiempo no la exprimimos, no la sentimos, sólo la vemos pasar como autómatas.

Así que evadimos esos demonios en muchas cosas, sobre todo el entretenimiento fácil, en cosas que nos eviten la crisis, en cosas que nos hagan sentir bien, es como el soma de aquel libro de Huxley, una hora de entretenimiento te evita días de pensamientos y de conflictos internos.

— Bien, por lo menos sabe que esos demonios existen.

— ¡Pero si los veo todo el tiempo, están ahí, al frente o al lado mío! Ya casi somos amigos.

— Jajajaja. Pero que no se vuelvan amigos, porque uno no mata a los amigos. Además, ellos son sus enemigos internos.

— Jajajajaja,  lo triste es eso, que uno también se encariña con los enemigos y a veces no quiere matarlos.

— Pero habrá que hacerlo.

— Si.

... 


Dormía levemente hasta que un muchacho lo despertó moviéndolo por el hombro y aquel diálogo se rompió como se rompe un pocillo nuevo, causando tristeza y rabia. Luego sólo quedo la música en los audífonos y el sonido del motor del bus mientras la tarde se acomodaba y el sol se largaba a otra parte lentamente como para que extrañen su presencia.


Hasta la próxima.





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