Lealtad

El café estaba atestado, así que no les quedó más remedio que hacerse en una mesa del exterior. El día era gris, la brisa suave y el aire frío no perdonaban a nadie. Estaban  esperando un café y un té. llevaban 15 minutos en silencio, aún no llegaba su orden. El silencio era espeso lleno de palabras no dichas que habían dicho muchas veces, que juntos ya conocían, palabras que se iban acumulando como la nieve, y que pesaban en sus gargantas. La conversación ya había sucedido antes, muchas veces. Ahora se desarrollaba sin existir físicamente, a veces se cruzaban las miradas y se lo decían todo sin parpadear, y seguían en silencio.

El movimiento de una silla cercana y un largo suspiro rompieron la extraña calma, y el silencio se fue descansar un rato.

 

— Es que al final no importa, eso es lo de menos.

— Pero yo no voy a estar, no puedo, tengo un compromiso y no es fácil romperlo. No puedo estar aquí, no podré estar para, no siempre, no cuando quieras, no como mereces.

— No importa. No pasa nada. Eso es irrelevante. Tu te has ganado mi lealtad. Y punto; todo lo demás es secundario.

— Pero tu puedes sufrir, y no quiero eso. No quiero alimentar tus ilusiones de algo que puede o no puede pasar. Quizás nunca suceda. Quizás nunca se acabe mi compromiso, quizás encuentre a alguien mejor, quizás quiero la soledad.

— No importa. Mi lealtad es más grande que todo eso. Quizás es más consistente que la vida, más larga que el tiempo y nuestra existencia.

— Pero estarías esperando algo que no tiene certeza, y es no justo contigo, con tu vida, con lo que sientes.

— No pasa nada. La vida es un cúmulo de momentos sin certeza, nunca sabremos que puede ocurrir al siguiente instante, al otro día, en un año, en 10 años. Todo cambia.

— ¿Y si sufres?

— Pues sufriré, eso no lo sabemos y al final es algo inevitable.

— ¿Y si me culpas a mi?

— Es posible. Quizás al comienzo, cuando llegue el sufrimiento sin esperarlo. pero luego el tiempo pasará, y entonces quedará la lealtad.

— Pero eso no lo sabemos tampoco ¿Qué tal si eso también cambia? Acabas de decirlo: todo cambia.

— Si, es posible, pero entonces recordaré esta conversación, o tu me la recordarás, o la vida misma se encargará de hacerlo, y sólo será un momento donde creeré que todo es tu culpa, y luego ya no. Y luego será como ahora. 

— Me sigue pareciendo injusto, contigo. Porque no puedo prometerte nada. Porque puedes perder tu tiempo, desperdiciar tu vida, esperando algo que no puedo prometer y de lo cual no hay indicio de nada.

— Tu no te preocupes, tu sólo vive, crece, sueña, aprende, yo me encargo de mantenerme por acá rondando, apoyando, manteniendo la lealtad presente.

— Es injusto.

— No. Tu vive, dedícate a vivir, a ser feliz, yo me encargo de mi lealtad y de esperar.

 

Otro silencio. Las miradas otra vez se cruzaban, se decían muchas cosas sin emitir sonido alguno, decían más cosas mirando que gesticulando. Unos pasos de alguien con prisa.

 

— Perdón la tardanza, hay mucha gente por atender. Acá está su café, acá está su te. Que lo disfruten.

 

Cada quien se concentro en su bebida, mientras la persona que las había traído se alejaba con la misma prisa hacia en interior del lugar. El día seguía gris.

 


Comentarios

  1. Solo un valiente desafía al destino con tan altas probabilidades de lastimarse. Solo un valiente se lanza libremente a vivir y a luchar por lo que desea sin temor. Solo un valiente se mantiene en pie, fuerte, leal, consciente y respetuoso ante lo adverso o quizá lo imposible.

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