¡Ahhhhhhh!

— ¡Ahhhhhhhhhhhhhhhhhh!

Y el grito se fue apagando, ¿a donde fue? no lo sabemos; sabemos que mientras se ahogaba en la noche, en el ruido de la oscuridad; quien gritaba sentía algo, dolor, felicidad, euforia, tristeza, vértigo; no sabemos, pero gritó y se hizo escuchar, durante unos instantes.

El grito rompió la tranquilidad, la monotonía, rasgo el silencio y el negro de una noche lluviosa, y pinto con su sonido una franja amarilla con bellos bordes anaranjados, que el negro fue devorando poco a poco a medida que el sonido se apagaba.

Gritó y luego calló, y no supimos porqué; todo luego continuó como si aquella anécdota fuera un mito más en la historia de los días, en la vida rectilínea de los segundos; la vida siguió como si no existieran sobresaltos, como si paseara en tren sobre unos rieles muy lisos y parejos.

Y luego un día alguien recuerda o pregunta, y otro le contesta y le cuenta, es como una linda narración de hechos lejanos y mágicos y que parecen irreales al ser contados.

Porque tendemos a olvidar la importancia de las cosas, lo que pasa llega a ser irrelevante, puede ser pasajero; como una brisa tranquila que trae de derribar un pino, los hechos se minimizan,  como una mosca tratando de derribar un elefante; una cosa insignificante.

Y la historia y la vida están llenas de gritos, de alaridos, que rasgan las noches y los días, y llenan de colores y de vida los cielos; pero no son eternos y por eso pueden ser olvidados.









Hasta la próxima.

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