Me repito

El desespero y la desazón es extraña, a veces llegan con el aire como la neblina en las madrugadas, suavemente hasta que te cala los huesos y se asienta y parece una cobija muy gruesa que sólo se va hasta que sale el sol y el calor la desvanece.

Y el par de sensaciones son tan raras; pareciera que me estanqué, que soy como una maldita piedrita en el camino esperando alguna patada de un chico jugando o un viejo rabioso, o que alguien me mueva sin razón aparente.

Me siento como una maldita película de bajo presupuesto y guión fracasado, de esas malas películas que repiten en la televisión cada vez que pueden.

Y me repito, y me repito, y me repito, y me repito; me siento dando vueltas alrededor de un punto, como si quisiera salir disparado debido a la velocidad lineal, pero la maldita aceleración centrípeta me tuviera tan bien agarrado y se ensañara conmigo de tal forma, que le causa placer verme luchar y sudar.

Es como si estuviera metido dentro de un platón de fondo semiesférico gigantesco, donde corro de un lado a otro trepando, cansado y angustiado tratando de salir de allí; pero la implacable gravedad, cuando estoy cerca al borde, se hace mas intensa y me hace caer al fondo y me deja allí agotado y sin consuelo y le soy indiferente.

Y me repito, y sigo chocando contra los mismos muros, sigo cayendo en las mismas trampas aún cuando tengo claro cuales son y como evitarlas; ¡maldita sea!. ¿Por qué los humanos somos tan tercos? es como si con nuestra tozudez fuéramos a cambiar el sentido el giro de la tierra, como si con la terquedad pudiéramos apagar el sol. Tercos y autoengañados.





Hasta la próxima.

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