Recuerdos (I)
Mientras escarbaba angustiosamente con sus dedos entre aquella tierra compacta y mojada, pensaba en lo que había escrito, en aquellas cartas, pero no lo recordaba muy bien, sólo sabía que había escrito algo.
La lluvia caía sobre su espalda copiosamente, mientras él seguía matándose la cabeza tratando de encontrar los recuerdos apropiados entre esa pila de basura que tenía almacenada de alguna manera, entre millones de neuronas.
Seguía escarbando, sabía que había escrito para alguien especial, pero no sabía quien era, seguía pensando. Escarbaba, como si de ello dependiera su vida. Estaba desesperado.
Largas horas pasaron, mientras tanto una larga lucha entre escarbar y la lluvia incesante se mantenía, él escarbaba y la lluvia lo arropaba. Mientras más escarbaba más duro llovía. En medio de aquel bosquecito los arboles eran imperturbables espectadores; la lluvia, él y sus recuerdos seguían la lucha.
El pozo que había cabado era lo suficientemente grande para que el estuviera de pìe allí en medio del bosque empapado y con él aguas casi a los talones, apenas era visible su cabeza desde fuera.
El cansancio lo hizo detener un momento, allí acurrucado, mientras veía el agujero en que estaba metido y que la lluvia seguía incesante, se quedo pensando. Ya no encontraría aquellas viejas cartas, sólo sabía que las había escrito con cariño a alguien especial, que las había enterrado allí.
Ya no estaban, y mientras llovía, salía con dificultad del pozo, sentía agotamiento en cada parte de su cuerpo, en su boca sentía el sabor salado de unas cuantas lágrimas mezclado con las gotas de lluvia.
Él emprendió su camino de regreso. Tímidamente el sol empezaba a asomarse a través de la gran cobija de nubes.
Hasta la próxima.
La lluvia caía sobre su espalda copiosamente, mientras él seguía matándose la cabeza tratando de encontrar los recuerdos apropiados entre esa pila de basura que tenía almacenada de alguna manera, entre millones de neuronas.
Seguía escarbando, sabía que había escrito para alguien especial, pero no sabía quien era, seguía pensando. Escarbaba, como si de ello dependiera su vida. Estaba desesperado.
Largas horas pasaron, mientras tanto una larga lucha entre escarbar y la lluvia incesante se mantenía, él escarbaba y la lluvia lo arropaba. Mientras más escarbaba más duro llovía. En medio de aquel bosquecito los arboles eran imperturbables espectadores; la lluvia, él y sus recuerdos seguían la lucha.
El pozo que había cabado era lo suficientemente grande para que el estuviera de pìe allí en medio del bosque empapado y con él aguas casi a los talones, apenas era visible su cabeza desde fuera.
El cansancio lo hizo detener un momento, allí acurrucado, mientras veía el agujero en que estaba metido y que la lluvia seguía incesante, se quedo pensando. Ya no encontraría aquellas viejas cartas, sólo sabía que las había escrito con cariño a alguien especial, que las había enterrado allí.
Ya no estaban, y mientras llovía, salía con dificultad del pozo, sentía agotamiento en cada parte de su cuerpo, en su boca sentía el sabor salado de unas cuantas lágrimas mezclado con las gotas de lluvia.
Él emprendió su camino de regreso. Tímidamente el sol empezaba a asomarse a través de la gran cobija de nubes.
Hasta la próxima.
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